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domingo, 6 de junio de 2010

Grupo G, primera Entrega

Corea del Norte

Al revés de lo que cree la mayoría de los fanáticos, el rol de Corea del Norte es esencial en Sudáfrica. Se trata del único país marxista-leninista del mundial, y eso no es poca cosa: significa que están perdidos. Claro, la FIFA no necesita demasiados artilugios para detener a los zurdos orientales, porque en rigor se van a auto-eliminar. Pero nos gustaría ver alguna escenita de choreo retro al seleccionado de izquierda, como aquel fabuloso 4-3 de Bélgica ante URSS con dos goles en offside o la increíble mano del gordo en 1990. Curiosamente, en Korea-Japón, apenas hizo falta un par de fallos para tirar abajo a China, “un equipo de playstation”, como lo definió el Bambino, en esas agitadas noches de FOX.

Pues bien, de todos modos, este equipo trabajador, que codo a codo peleará por imponerse a su rival pues tiene un destino histórico de victoria. Es probable que para cuando éste se realice estemos muertos, pero la reivindicación valdrá para todos. El conjunto se hace de la voluntad y la fuerza de todos sus integrantes, distribuidos criteriosamente en diferentes funciones según sus aptitudes y actitudes, supervisadas por la racionalidad del líder Kim Jong-Hun, comandante de este proyecto.

Convencidos de que sólo el trabajo los hará libres de errores, irán por la gloria un montón de laburantes torneados y sudorosos dispuestos a dar todo por repetir la actuación que tuvieron en su única participación mundialista, en Inglaterra ’66, cuando alcanzaron los cuartos de final, luego de haberle ganado a selecciones como la de Italia. Creemos, sin embargo, que deberían conformarse con bastante menos que eso, quizás con el difícil pero no imposible objetivo de marcar un gol. En esta dirección, esa posibilidad puede recaer sobre sólo un hombre: Hong Yong-Jo, un intrépido y romántico héroe que, buscando desafíos mayores, emigró de Corea del Norte para ir a la siempre competitiva liga de Rusia, para jugar en el mundialmente famoso F.C. Rostov. Ojo con este, que tiene un promedio de gol de 0,17 por partido, y hace 8 que no convierte, así que en cualquier momento podría tocarle. A su lado, para alimentarlo, está el mellizo Jong Tae-Se. Aunque en el fondo, todos los planes dependen del armador, Mun In-Guk, quien deberá distribuir equitativamente la pelota.

Creer que Corea pueda repetir los milagrosos cuartos del ’66 es una utopía. Es imposible, pero una buena excusa para andar.

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