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lunes, 7 de junio de 2010

Grupo G, segunda entrega

Portugal

Lejos de una postura chauvinista, asumamos que este equipo viene robando, hace rato, en la categoría “equipo más puto del Mundial”, principalmente por lo que suma en este rubro Cristiano Ronaldo, sin dudas el jugador más puto de la historia. No hacemos referencia a una condición sexual: antes bien, “puto”, en términos futbolísticos, es un calificativo fundamental para definir a ese jugador que tiene todas las aptitudes como para salvar a un equipo, pero no lo va a hacer, porque algo de la situación lo incomoda, lo predispone mal… jamás lo sabremos. Y no importa. Encima, esa indolencia suele acompañarse con una cara de forro, superado y huele-caca, hecho que se vuelve intolerable cuando te estás quedando afuera de un cuartos de final, por caso. En esta tradición se inscribe la mega-estrella del Real Madrid, lo que quizás le impida ser el mejor jugador del planeta. No hay que confundir este rechazo con envidia: el fanático promedio no reacciona así frente a la belleza masculina. De hecho, Beckham está mucho mejor y encima se la bancó como loco hasta que la osteoporosis pudo con él.

El problema es que el ex-novio de Paris Hilton hizo escuela, y de ahí salen los Simao (en un envase similar a Carlitos Tévez, pero sin verticalidad ni corazón) o los Nani (un Gaitán con menos astucia y velocidad). Por si fuera poco, importaron de Brasil a un amargo como Deco, talentoso pero con el mismo compromiso que nuestro Abelairas y a un tal Liedson, ligerito y preciso, pero primero en la lista de quienes esperan una donación de sangre, cualquier tipo y factor.

Eso sí, para compensar la ola polar en ofensiva, abajo hay una jauría hambrienta de piernas rivales. En primer lugar, no podemos obviar a un verdadero emblema de esta página, el señor (-de pie por favor) Pepe. Esta bestia se para como 5, a veces como 6. Lo acompañan tipos copados como Ricardo Carvalho, Paulo Ferreira y Miguel, que no tienen problemas en interrumpir la carrera de nadie que les toque un poco la pelota. El problema es que estos pibes sólo cuentan con su capacidad destructiva, pero difícilmente puedan interceptar un balón, ni mucho menos jugarlo.

Portugal es un equipo desparejo, al que no le ha tocado un sorteo favorable que digamos. Pero parece que Costa de Marfil se viene sin Drogba y la cosa se simplifica bastante. Las semifinales de 2006 fueron un milagro que obró el iluminado Scolari, un hombre cuyo piso es el cuarto puesto. No hay que atribuirle mérito alguno a ese conjunto de muchachos asustados que condujo el astuto brasileño en aquella ocasión. Ahora, de la mano de Carlos Quéiroz, los lusos lucen más aburguesados que nunca, y con el pánico escénico que los ha caracterizado durante décadas. O sea: vuelve el Portugal normal, ese que le ponés una camiseta pesada enfrente y se frunce. Y eso pasará en octavos o cuartos, no más tarde.

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