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lunes, 29 de marzo de 2010

El grupo A, tercera entrega



Uruguay

Amigo, cualquiera que entiende la sensibilidad del staff de este modesto blog sabe que espiritualmente estamos con esta selección. Pero el realismo que nos caracteriza nos impide prometerle que el elenco conducido por el maestro Tabárez va a pasar de ronda.

Esta verdadera horda irá nuevamente a dejar bien claro que nadie se va a llevar por delante a la gloriosa celeste. Castigará con dureza, lo sabemos, todo intento adversario de jugar el balón entre compañeros, toda pretensión de gambeta e incluso osadías tales como atreverse a ingresar al área. Para quien así lo pretendiera, está claro que habrá garrote.
Es lo que ha ofrecido Uruguay los últimos 100 años, salpicados generalmente con algún rapto de juego, generalmente a cargo de gélidos conductores como el Príncipe o el chino Recoba. En este mundial, ese rol le cabe a un señor llamado Lodeiro, cuya temperatura corporal es similar a la de sus predecesores, aunque su talento es considerablemente menor, y su porte puede provocar la risa maliciosa de los preparadores físicos.

Para colmo de males, la epopeya argentina en el Centenario dejó como saldo una suspensión al Cebolla Rodríguez, que lo quitaría de al menos dos partidos en Sudáfrica. Uruguay todavía lamenta la ausencia de un muchacho que sabe de cosas extrañísimas como darle la pelota a un compañero.

Arriba, es cierto, hay dos muy buenos delanteros, como el rubio Forlán y el pistolero Luis Suarez. En el área son dos bestias. Lamentablemente, el resto del equipo ha de ser de otra especie. No hay manera de que estos pibes puedan rendir igual en su Selección que en Europa, por la lógica razón de que los mediocampistas uruguayos todavía no se figuran qué deberían hacer con ese elemento blanco y redondo que viene de yapa con el rival al que acaban de voltear. Tipos como Fucile, Eguren, Godín o Gargano, por citar sólo algunos, son ideales para ir a buscar a cualquiera a la salida de un pool en Aldo Bonzi. Que el rival pretenda jugar al fútbol se lo toman como algo personal, como una provocación. Y entonces van a los bifes, que no ni no.

Este conjunto impresentable es comandado por un tipo al que todos alaban por su condición humana y al que apodan por ello “el maestro” pero que da para sospechar porque habla de costado, como una especie de cuchillero de las orillas. Ni qué decir de Diego Lugano, el capitán, referente, líder y factotum de este espíritu guerrero. Si alguien sobrevive y llega al área penal, todavía le falta lo peor: enfrentar al Canario, que a esa altura esperará enojado la oportunidad de hacerle saber que este deporte es para machos, no para jugadores de fútbol.

Lógicamente no podrán hacer nada a medida que el equipo vaya siendo condicionado por las amarillas y diezmado por las rojas, y caerán, no sin antes llevarse algún hueso de souvenir. Y dejando algunos taponazos de recuerdo.

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