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lunes, 29 de marzo de 2010

El grupo A, última entrega

México

Si cabe el parangón, México es la Holanda del tercer mundo: juego moderno y atildado, impecable tácticamente y con algún talento. Todo eso, ejecutado con una indolencia que la barra brava de Chicago castigaría repartiendo corchazos, pero que apenas merece algunos insultos por parte de nuestros amigos del norte, sobre todo cuando regresan a tierras aztecas después de una nueva frustración mundialista.
México se caracteriza por una ligereza llamativa, con una aptitud sin par para la elaboración sensata de la derrotas. Como los hermanos holandeses, son demasiado civilizados como para este noble deporte en el que triunfan personas como esta o esta.





En este contexto, un técnico como el Vasco Javier Aguirre es más de lo mismo. Un señor, de interesantísima verba, con una formación cultural encomiable y con quien cualquier señora podría sentarse a tomar el té en las Violetas y salir encantada. En términos prácticos, para el sumiso y aburguesado futbolista mexicano, escucharlo es menos motivador que una declaración cualquiera del chueco Alves.

Vea, si ud. entiende que es necesario nacionalizar a Guille Franco (delantero fracaso de San Lorenzo), es porque la producción futbolera anda mal. Ahora, si no conforme con eso se le confiere pasaporte mexicano a Matías Vuoso –y se lo espera 2 años para que pueda purgar su pasado en la Sub 20 Argentina (jugó un amistoso en Catamarca) –, por ahí, piénselo, al equipo le están faltando delanteros.

Vuoso es aquel pony que asomó al mismo tiempo que Forlán en Independiente. Su descollante actuación, que sin dudas no hace falta repasar porque todos tenemos presente, lo llevó a la prestigiosísima plantilla del Manchester City en 2002, cuando este club estaba fundido y faltaban años para un magnate lo comprara con dinero ruso para lavar. Ahí, pese a la impresionante marca que traía de la Argentina (14 goles en 65 partidos), sólo ingreso en dos encuentros, en los que la red no supo sonreírle. De allí sí, a la liga mexicana, en donde pasan cosas tan extrañas como que un arquero se cambie el buzo y juegue de delantero, o que el Cuqui Silvani haya hecho el gol de una final. Y la descosió, claro, porque para la media mexicana, hasta puede cabecear.

Pero la falta de potencia ofensiva puede ser un problema tan grave para que amerite, finalmente, tener que convocar de nuevo a… Cuauhtemoc Blanco. El interminable gordo está de vuelta, porque, como está de moda, los jóvenes talentos necesitan alguien que los contenga y que no tenga miedo de fracasar con dignidad. Si no lo recuerdan, el bueno de Cuauhtemoc es un ingenioso puntero con juego y personalidad similares a nuestro Guillermo Barros Schelotto. La diferencia radicaría en 15 campeonatos ganados, más o menos. Pero se compensa, porque el ídolo azteca nos ha regalado dos de las jugadas más incalificables de todos los tiempos, superiores sin dudas al escorpión del narco Higuita o la foquinha, de un careta e ignoto brasileño: la cuauteminha y el pase de joroba.

Para completar el arsenal de cebitas, México tiene un jugador de los que se usan ahora: chiquitito, rápido, vertical, marketineado y bien puto. Se llama Giovanni dos Santos. Este hijo de Zizinho, un brasileño vivísimo (curró en la liga Mexicana como jugador) que se llevó a los dos críos bien jovencitos a las inferiores del Barcelona. Giovanni arrancó imitando a su ídolo Ronaldinho, sobre todo en el look. También le choreó un par de firuletes. Descolló en el sub 17 Mexicano, y ya sabemos lo relevante que es triunfar en esas competencias, porque eso se traduce en igual resultado en las mayores.

Cuestión que este muchachito de 21 años inexplicablemente no triunfó en el Barcelona, razón por la cual buscó revancha en el Tottenham Hotspurs de Inglaterra. No la debe haber encontrado, como tampoco lo hizo cuando fue prestado al prestigiosísimo Ipswich, donde tampoco funcionó. Su ex técnico en el Barcelona, Frank Rikjaard, le tiró una soga para que se sumara al siempre temible Galatasaray de Turquía, con el argumento de que tuviera más fútbol para llegar afilado al mundial. Y ahí sí, por fin se dio el gustazo de jugar 4 partidos, en los que, suponemos, la debe haber descocido. Igual, por las dudas, Zizinho –que debe ser un gran representante, está clarísimo- ya le pone fichas a Jonathan, que con un partido en primera y uno en la selección, asoma también para juntarla en containers como su hermano. No sabemos si el hermano mayor, Éder, estará resentido por no haber sido llevado oportunamente a Europa, pero por suerte tiene su correspondiente entrada en wikipedia, que narra la sugestiva historia de cómo, a la edad en que cualquier muchacho debería claudicar en sus intentos por convertirse en futbolista, él consiguió fichar para el poderoso América.

En este elenco de estrellas, el pobre Rafa Márquez maldecirá nuevamente no haber nacido en Paraguay, o en cualquier otro país donde los jugadores tengan sangre.

Pronóstico: México volverá a ser esa grata sorpresa para relatores como Quique Wolff, que celebrarán las bondades de sus laterales, el sesudo criterio de mediocampistas, incluso la movilidad endemoniada de sus delanteros. Todo ello, claro está, durante la primera fase. Después, cualquier equipo que tenga ganas de ganar los dejará afuera.

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