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lunes, 29 de marzo de 2010

Situación


Caso 1: “¿Cuál es la gracia de mirar el mundial?”

Tenés varias opciones:

a) Le explicás que hay un equipo de remera amarilla, pantaloncitos azules y medias blancas que gana casi siempre porque es muy superior a los demás. El sentido de mirar los partidos de esta selección, que es Brasil, es ver si pierde, cosa que a veces ocurre, generalmente por dos razones principales. La primera, muy infrecuente, porque aparece algún team que tiene una actuación (o un orto) descomunal y le gana (cagando). Como a vos te gustan las películas épicas, no te querés perder la oportunidad de ver una de ellas en vivo y en directo. La segunda razón es más común. A veces, los brazucas les agarra la desidia y se cuelgan un rato, lo que los lleva a complicar un partido que deberían ganar caminando. Los minutos pasan, la partuza le va pasando factura al físico de los pibes y, cuando se quisieron acordar, se les complicó todo. Como a vos te encanta la fábula de la tortuga y la liebre, te interesa ver una nueva versión.

b) Le decís que no te importa tanto el fútbol como ver a Maradona, que aunque gane o pierda va a prender fuego a unos cuantos caretas cuando termine el partido. De paso le confesás que vos también tomás papusa.

c) Le refrescás la historia de David y Goliat, de modo que ella entienda el paralelismo moderno que constituye, por ejemplo, el partido insoportable que juegan Nueva Zelandia e Italia. Le avisás que Italia es el que se defiende, algo que no va a entender.

d) Le exponés los principales lineamientos del pensamiento Bilardista, para quien el fútbol no es “como” la guerra, sino que “es” la guerra. Le hacés ver que hasta tocan el himno antes de los partidos.

e) Le reconocés que sos gay y que te encantan los chongos. Aprovechás para reconocer que debutaste en un vestuario y lo legitimás citando a Maradona, quien supo ventilar que “Pelé debutó con un pibe”.

f) Podés sincerarte y decirle que no hay nada más interesante en tu vida que ver cómo la mueve el zurdito que juega en el mediocampo de Honduras, que te hace acordar a vos cuando eras joven y apuesto, y no este bofe que está ahora en el sillón.

g) Le confesás que tenés una curiosidad morbosa por ver de qué manera van a cagar esta vez a los equipos africanos con los arbitrajes. De paso le refrescás que esa es la función de África en general, en el mundo occidental.

h) Podés plantearle la importancia de que pierda Italia, verdadero anti-fútbol, y le hacés comprender cómo el mundo sería mejor si todos se dedicaran a jugar a la pelota, con la hidalguía de ir a ganar y no especular con el error ajeno. Le recomendás los libros de Galeano, Valdano y el blog de Ángel Cappa, para que entienda que el balompié, como cualquier fenómeno social, está atravesado por la ideología y la poesía. Quizás con eso se duerme y no pregunta más.

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