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jueves, 1 de abril de 2010

El ladri, episodio 1

Cacau

Para esta sección –dedicada a los laburantes del balón, esos que con tal de jugar se prenden en cualquiera– era una obligación comenzar con un brasileño nacionalizado alemán.
Brasileño, porque no hay país que nos haya brindado más ladris en los mundiales que nuestro vecino pentacampeón. Basta con recordar al impresentable Wagner Lopes en Japón o el gracioso Eduardo Da Silva que la rompía (es un decir) en la selección de Croacia. Ni hablar de selecciones como Portugal, plagada de aventureros de nuestro país hermano). Para tener una dimensión del fenómeno, hasta Vietnam tiene un brasileño nacionalizado (Diego, ¿y vos qué esperas?).

Por otro lado, el futbolista tenía que ser alemán, puesto que los teutones se han caracterizado en los últimos mundiales por nacionalizar a cuanto futbolista aceptable ande por ahí, aunque no sea ario, algo que hubiera generado mucha resistencia en otros tiempos, menos globalizados y más puristas. El ghanés assamoah, el ¡suizo! Neuville o el polaco Klose son buen ejemplo de ello. Y claro, cualquiera que juegue al fútbol se convierte, para el técnico alemán, en un distinto. Los alemanes naturales practican otro deporte.

El caso es que para esta cita la selección teutona se ha valido de los servicios de Cacau, oscuro vendedor ambulante de la favela paulista y jugador de un club de vigésimo cuarta línea que emigrara al país de Scorpions siendo jovencito, para despuntar el vicio en un club de la 5ta división. Dicen que gracias a un primo que laburaba allá para el tesorero del F.C. Nürenberg, le hicieron contrato para jugar en el equipo B de dicho club, que militaba en la 4ta división. Y así fue la carrera de este muchacho cuyo nombre es Claudemir Jeronimo Barreto: de ahí trepó hasta el Stuttgart, y después de comer banco a lo loco (algo que, sospechamos, no le debe haber importado mucho), tuvo una rachita en 2007 con la que roba hasta hoy, que se lo da como seguro integrante del elenco germánico en Sudáfrica. Cacau debe estar todavía agradecido a su primo sudaca.

¿Cómo juega? Vea: es como si Hernán Crespo fumara 4 atados de puchos por día. Es inteligente, se mueve bien, define con precisión, pero todo con una ostensible falta de energía y determinación. A eso se le suma la natural displicencia de un tipo que, con orgullo, la roba hasta con el apellido y que sabe que ni siquiera va a ser titular, por lo que puede aprovechar los viáticos de Sudáfrica para morfar bien, mandar unos pesos a los parientes que quedaron en Sao Paulo y pensar en cuál será el próximo club donde la va a robar. La liga de Qatar te espera, Cacau.

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