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sábado, 17 de abril de 2010

Grupo C, última entrega

USA

Históricamente, la selección del país más antipático del planeta ha sido apenas una versión light
del combinado de su madre patria. Si a algo nos tiene acostumbrados el equipo de las barras y estrellas es a ver un conjunto multirracial intentando jugar al estilo de los inventores del fútbol.
Claro, ellos lo consideran un deporte preferentemente femenino. O bien, un pasatiempo latino. Los norteamericanos nunca entendieron demasiado en qué se basaba el hechizo de lo que llaman soccer, sobre todo porque no tiene buenas tandas para vender pochocho y encima hay dos o tres tantos por partido, cosa que en la cabeza de los reyes de la cuantificación es un atentado contra el espectáculo.

Aún así, últimamente han evolucionado. De practicar un ligerísimo estilo inglés, basado en la velocidad del desborde y la habilidad del cabezazo, han mutado en una especie de fútbol total, en el que los jugadores pasan de ataque a defensa y viceversa con una sorprendente rapidez. Además, han desarrollado una disciplina táctica considerable, lo que los lleva a ocupar los espacios con mucho rigor e inteligencia. El extraño Bruce Arena les ha inculcado además, la necesidad de que los mediocampistas lleguen a posición de gol.

En fin, las únicas asignaturas pendientes de este equipo son aprender qué hacer cuando tienen la pelota en los pies y, sobre todo, a entender que a veces hay que manejar los partidos y no repetir mecánicamente el mismo plan durante los 90 minutos. O sea, les falta saber jugar al fútbol.

USA es como esos equipos chicos que un día son capaces de pintarle la cara a cualquier grande. Esto se pudo ver en la última Copa de las Confederaciones, con el flor de peludo que le pegaron a España (supuesto mejor equipo del mundo) y el baile que le hicieron comer a Brasil en el primer tiempo de la final (después, claro, nuestros vecinos se despertaron y los pasaron por arriba). Al mismo tiempo, los norteamericanos pueden perder con cualquiera: un Ghana, un Chipre o un River Plate.

El tema es que ahora tienen un par de jugadores valiosos, y eso ya los convierte en un escollo sumamente molesto. Está el increíble Landon Donovan, que aunque suene a protagonista de una serie para adolescentes calentonas, es un buen jugador, una suerte de Rodrigo Palacios con cerebro. Y al lado, lo secunda el prometedor Jozy Altidore, un grandote prometedor que salió del prestigioso Boca Juniors de Boca Ratón. Se espera también que Dempsey la descosa como número 8 antiguo, una suerte de Frank Lampard de mesa de saldos.
Curioso también es el hecho de que, como Inglaterra, tengan un arquero sin manos, y con dificultades más serias que el propio Martín Palermo para jugar con los pies. Se sospecha que el bueno de Tim Howard, que de él estamos hablando, necesita ambas piernas para mantenerse erguido, razón por la cual no puede patear jamás. Quizás pueda hacer la cauteminha.

No sabemos, en cambio, si finalmente explotará la eterna promesa Freddy Adu. Este ghanés nacionalizado debutó en la MLS a los 14 años, y se esperaba que para esta fecha fuera el mejor jugador del mundo, por eso firmó contratos publicitarios por millones y algunos trasnochados auguraron un destino de grandes ligas. Y estuvo cerca. Luego de que lo rebotaran en el Manchester United, volvió a USA para relanzarse y lo consiguió: lo cedieron al portugués Benfica, donde no la vio ni cuadrada, de ahí al Mónaco –seguramente para comer con el Príncipe, porque no sumó ni 10 minutos–, siguiendo por el poderosísimo club lusitano Os Belenenses, en el que la debe haber descosido porque logró una transferencia record –se rumorea que ofertaron 5 Euros que fueron aceptados sin chistar– al griego Aris Salónica, donde seguramente es indispensable en esos 5 minutos que juega cada tres o cuatro partidos. Se ve que Freddy, quien es postergado de los 11 titulares por el argentino Javier Cámpora –estrella del inolvidable Tiro Federal– está cagadísimo de embole en la tierra de los filósofos , y se la pasa twitteando las fechas y horarios de los próximos partidos de su equipo, con la esperanza de que alguien los mire. Inocente, el muchacho, no sabe que nadie quiere ver un equipo dirigido por Héctor Cúper.

En suma, este grupo de muchachos irán al mundial ya conformes con su vida, sin expectativas de nada, sin sueños, sin ganas, con el placer que tienen los amateurs y con la desidia de quien vuelve a su casita silbando bajito, en silencio y sin amenazas ni prepoteadas.

Pronóstico: El mismo día que pasan de ronda sacan el pasaje de vuelta.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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