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sábado, 22 de mayo de 2010

Profecía nº 6

Tres agentes


Nuestro profeta ha regresado de unas buenas vacaciones en una exótica playa de la polinesia, decorada con los primeros estallidos de la primavera. Se lo ve repuesto y entusiasta, aunque no cesó de tener visiones durante sus jornadas de descanso.

Según nos refirió, una de ellas se presentó a través de una serie de episodios extrañamente articulados, piezas de un rompecabezas que comienza a cerrar. Nuestro crédito luminoso afirma que, en ocasiones de relax en la hamaca paraguaya que alquilaba al borde del Pacífico, apareció Quentin Tarantino repetidas veces. Bajo el disfraz de heladero, portando heladeras con coca, actuando de artesano hippie -entre otros camuflajes-, el hombre presentábasele a proyectarle escenas de una extraña historia que se veía sobre una sábana atada entre dos cocoteros.

El rompecabezas había que armarlo siguiendo a tres tipos que parecían infiltrados en la concentración de un equipo sudamericano de fútbol, que está jugando un campeonato mundial. Uno es morocho, levemente canoso; es el negro resentido. El otro es gordito y desangelado. El tercero es un Cabezón bastante fulero. Cada tanto hay imágenes de algunos de ellos en el pasado, en el que se han cruzado más de una vez.

Hay un cuarto sujeto, con menos presencia. Es el negro bueno, que también anda moviéndose en las tinieblas de ese centro deportivo, situado en algún lugar de Sudáfrica. Se trata de uno de los ayudantes del Director Técnico, quien ostenta un pasado glorioso como jugador y tumultuoso en su vida privada. Estos dos fueron compañeros de esta misma selección 25 años atrás.


Por un lado está la historia del Manager, con trastorno obsesivo compulsivo y psicosis al mismo tiempo. Este hombre, que es feo y aparatoso, cansado de los desplantes del entrenador de una selección sudamericana, decide dar un golpe fatal a pocos días de comenzar el campeonato mundial.Sabe que no puede hacerlo por sí mismo, pero contrata a alguien que, sabe, es vulnerable y se encuentra resentido con el dt: el negro canoso. Se trata de Miguel, un morocho sombrío y mediocre pero con gran capacidad de supervivencia. A partir de allí vemos muchos flahsbacks sobre la relación del DT y el manager, en las que se los ve como entrenador y jugador, respectivamente, a lo largo del tiempo, con peleas y traiciones varias. De paso vemos también el pasado de Miguel, su precario talento como jugador. Se lo ve incluso como ayudante de campo del ahora DT, aunque rápidamente se da a entender que fue despedido por éste. Los raccontos se intercalan con escenas de negociación entre el ideólogo y el ejecutor, quien acepta la tarea de indigestar al DT.


Hay un segundo relato, que gira entre un padre y un hijo. Estamos hablando de el Presidente de la Asociación, jefe de jefes. El hombre, con el aspecto que tendría Al Capone si se hubiera dedicado a la construcción, encarga una ardua tarea a su propio hijo, un oscuro entrenador, conferencista, hablador profesional, pero ciertamente inepto, cualidad que su padre se encarga de remarcar con frecuencia. El pacto que une a estos personajes es el siguiente: proteger al DT, no porque lo quieran, sino porque esperan que fracase; ya tienen cerrados ciertos negocios y sobre todo quieren impedir que el Manager acceda al poder, y menos que pudiera tener éxito. Se ven episodios pasados en el que vemos pelear al jugador y ahora entrenador despreciando y atacando al alto mando y a su hijo bobo. Se ve la burla de este hombre hasta luego de haber obtenido el título mundial.


La trilogía de los agentes se completa con el Cabezón, que es un ex-compañero del entrenador que se infiltra a pedido de éste para vigilar al manager, de quien se sospechan intenciones de golpe. Advienen imágenes de grandes momentos de la vida deportiva de ambos, compañeros en la gesta mundial, y diversas peleas con sus oportunas reconciliaciones, y en la misma sintonía a estos dos interactuando con el manager, su ladino ayudante, el mafioso y su hijo idiota.


El hecho es que los intereses de los tres agentes se cruzan, y el primero en ligarla es el pibe tonto, a manos de Miguel. Se cruzan en la cocina de la concentración, y al verse descubierto, el negro resentido lo ejecuta sin problemas, desoyendo incluso el ofrecimiento de ser ayudante de campo del próximo DT que su padre contrate. Nada, el negro le pega dos tiros y lo corta en pedazos que esconderá en una gigantesca heladera, para sacar en la noche siguiente hacia no sabemos dónde. Sin embargo, el altercado le impide envenenar al entrenador, porque cuando apenas termina de cortar y embolsar al hijo bobo del presidente, irrumpe el Cabezón.


Pasan días en que ninguno despega un ojo del otro, hasta que finalmente se da la oportunidad de que queden solos en un vestuario. No sabemos qué pasa, pero se ve salir solamente al morocho. Más tarde nos enteraremos de la colaboración de un jugador símbolo del plantel, pelado y de barba candado. De él se puede saber que hace 50 años, su padre y el manager fueron íntimos amigos.


De a poco hacen aparición escenas de un pasado en el que el entrenador y uno de sus ayudantes de campo compartieron en la gesta mundial. Se ve al ahora colaborador darle un pase importante al ahora DT.


Finalmente, el negro resentido está a punto de consumar el plan: ha conseguido hacerse de un plato de mollejas que el pelado jugador símbolo le alcanzará al entrenador, quien posee una gran confianza en él. El traidor está en camino por un pasillo, pero es interrumpido por alguien. Se oyen disparos, está muerto.


Pocos minutos después, vemos al anteriormente mencionado ayudante de campo enfrentar, en el frío vestuario, ahora al enviado del Manager. Es un encuentro entre dos negros, uno bueno y otro malo. Reflexionan sobre la traición y la lealtad, lo bueno y lo malo, lo rico y lo feo. Se entiende que el negro bueno acaba de aniquilar al jugador desleal. Saben que solo uno saldrá vivo de ahí, pero nadie se anima a disparar. La puerta del vestuario se abre, es el Manager. El negro bueno, el ayudante del ahora técnico, aprovecha el instante para disparar y matar al negro resentido. No vacila y vuelve a disparar, ahora acierta en la frente del Manager. Tanto alboroto llama al vulnerable entrenador, que llega agitadísimo (está bastante excedido de peso) al lugar. Al ver los dos fiambres chorreando sangre y a su amigo, ayudante y ex compañero con el arma en la mano, comprende que todo terminó.


-Siempre te tengo que estar ayudando -ríe el héroe, que se abraza al DT.

El relato termina con una escena del pasado: es la gesta mundial, vemos al Negro bueno darle un pase al ahora DT, y cómo éste emprende una carrera en que gambetea a seis rivales y convierte un gol.

Nuestro profeta aseguró que Tarantino se portó muy amablemente con él mientras proyectaba las imágenes en la sábana, y que le aseguró que todo era apenas una parte de una historia que se completará en las próximas vacaciones. El problema es que a nuestro crédito se le acabó el dinero y tendrá que ahorrar unos cuántos meses para poder volver a esas bellísimas playas.

1 comentarios:

SC dijo...

nos alegramos que el profeta del equipo se haya recuperado de la estremecedora visión anterior,que, por debajo (o por arriba) del berretín passoliniano, denunciaba a las claras la matriz mafiosa de todo vestuario que se precie. Esta le agrega un matiz al turbulento entorno de nuestro querido Pelusa, y nos deja con un interrogante perturbador (que profundiza la duda plantada en el post "el Mediocampo"): si el cerebral jugador emblema de nuestra selección (vean si no las publicidades televisivas, de yogures hasta marcas deportivas) se lesiona, se queda sin nafta en octavos, o lo expulsan boludamente por alguna sobreactuación de enjundia, ¿quién va a hacer llegar la globa mínimamente redonda a nuestra legión de imparables delanteros?

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